Volume 12 Number 1
Cartografías de la sociedad red
Cartographies of the Network Society
Abstract
El debate sobre el ciberespacio ha sido generalmente polarizado en torno a los binomios: real/virtual o natural/artificial. Entre las categorías empíricas que se han manejado como reales y naturales destaca la noción de espacio. La generalización de Internet ha provocado que esta polémica se perpetúe. Así, es posible distinguir una nueva oposición: por un lado, el ciberespacio entendido como un no lugar, desterritorializado, democratizador y asignificativo; por otro, como lugar sujeto a movimientos y repliegues territorializadores e identitarios que vendrían a poner nuevas fronteras, entre ellas la “brecha digital”, como consecuencia del predominio de la globalización en el contexto de la sociedad-red. En este sentido, se observa cómo, gracias a la velocidad y posibilidad de interconexión casi universal, los flujos dominantes “modelan” y semantizan continuamente el espacio a través de la inclusión y exclusión de aquellos nodos más o menos valiosos para sus intereses. El objetivo de este artículo es realizar una crítica de (ciber)espacio, que ponga en cuestión las simplificadoras dialécticas centro y periferia o territorialización y desterritorialización.
0. Crítica del ciberespacio
En esta línea de investigación parecen asentarse las reflexiones de Fernando Aínsa, quien ha elaborado su visión particular sobre el panorama literario latinoamericano a través de conceptos de franca filiación espacial como utopía, frontera o pertenencia. No obstante, en mi opinión, además de articular una teoría crítica que, a partir de la noción de utopía,[1] analiza la realidad socio-cultural latinoamericana, la principal contribución del pensador uruguayo estriba en el “diseño” comprensivo de la compleja red de “flujos segmentados y combinados que atraviesan y desdibujan las fronteras nacionales existentes” [Aínsa 2012, 62].Space can serve as a window into different disciplines, a means of shedding light on what separates and what unites them. Because so many lines of thought converge on the topic of spatiality, space is a vehicle for examining what it means to be interdisciplinary or multidisciplinary, to cross the borders and divides that have organized the academic division of labor, to reveal the cultures that pervade different fields of knowledge, and to bring these contrasting lines of thought into a productive engagement with one another. [Warf-Arias 2008, 2]
De hecho, Haesbaert opina que la sociedad se encuentra actualmente en una fase de predominancia del “carácter simbólico del territorio” sobre el elemento material, circunstancia que ha conducido a muchos especialistas a posturas “desterritorializadas” [Haesbaert 2011, 78]. Como resume elocuentemente Molinuevo: “Cuando se habla de la desterritorialización del ciberespacio, nuevamente se cometen los errores de la herencia platónica: una mente en el territorio de las formas simbólicas” [Molinuevo 2006, 37].1) Generalmente no hay una definición clara de territorio en los debates acerca de la desterritorialización; el territorio aparece como algo ‘dado’, un concepto implícito o referido a priori a un espacio absoluto, o bien se lo define en forma negativa, o sea, a partir de lo que no es; 2)la desterritorialización se concibe casi siempre como un proceso genérico (y uniforme), en una relación dicotómica y no intrínsecamente vinculada a su contraparte, la re-territorialización; este dualismo más general se encuentra vinculado a varios otros, como las disociaciones entre espacio y tiempo, espacio y sociedad, material e inmaterial, fijación y movilidad; 3) desterritorialización, con el significado de ‘fin de los territorios’, aparece asociada sobre todo con la predominancia de las redes, completamente disociadas de u opuestas a los territorios, y como si la creciente globalización y movilidad fueran siempre sinónimos de desterritorialización. [Haesbaert 2011, 27–28]
1. El mito del Ciberespacio
Evidentemente, este supuesto espacio liso no implica la supresión del lugar o de la orientación, aunque algunos teóricos como Wirth postulan la imposibilidad de posicionarse en Internet: “el problema de orientarse dentro del mapa (rizomático) de la semiosis equivale al problema de quien lee un mapa sin conocer su propia ubicación dentro de él” [Wirth 1998, 61]. Al contrario, la horizontalidad es refutada por la práctica cotidiana del cibernauta, quien, según Beatriz Sarlo, debe poseer para la navegación “una capacidad muy alta de lectura y habilidades conceptuales y sustanciales para la búsqueda” [Mora 2012, 42]. Es más, aunque la red posee una configuración sintáctica y semántica difícilmente sistematizable, la ensayista argentina señala un par de rasgos derivados de su funcionamiento:Los códigos son inseparables del movimiento de descodificación y los territorios de los vectores de desterritorialización que los atraviesan. Y la sobrecodificación y la reterritorialización tampoco son posteriores. Más bien habría que hablar de un espacio en el que coexisten los tres tipos de líneas totalmente enmarañadas. [Deleuze y Guattari 2004, 226]
- La exploración traza el mapa y establece el sistema sintáctico;
- se presupone que ese árbol invisible, sólo producido en su mismo recorrido, no tiene jerarquías sintácticas que se correspondan con las jerarquías culturales [Mora 2012, 42–43].
En oposición al rizoma, carente de objeto y sujeto, el radicante cuenta con un sujeto vectorizado, constituido por su movimiento y trayectoria.[5] Nicolas Bourriaud destaca el componente “constructivo”, de “montaje” del radicante “como relato dialogado, o intersubjetivo, entre el sujeto y las superficies que atraviesa, en que se arraiga” [Bourriaud 2009, 62]. El radicante funge de “traductor” espacial, adaptable a toda clase de superficies, que “produce” un significado “a la vez dinámico y dialógico” [Bourriaud 2009, 56–7]. En este sentido, el radicante reflejaría tanto la necesidad contemporánea de arraigo entre los polos del rizoma como la territorialización más absoluta; de ahí que el “ser radicante” del sujeto bourriaudiano se defina indefectiblemente no como una identidad estable, sino como un “objeto de negociaciones” [Bourriaud 2009, 57].El pasajero de los no lugares sólo encuentra su identidad en el control aduanero, en el peaje o en la caja registradora. Mientras espera, obedece al mismo código que los demás, registra los mismos mensajes, responde a las mismas apelaciones. El espacio del no lugar no crea ni identidad singular ni relación, sino soledad y similitud. [Augé 1993, 106–7]
La altermodernidad es concebida como un espacio de negociación sobre el que se van generando interconexiones culturales diferentes [Bourriaud 2009, 44]. Para el teórico francés, el ser-radicante comporta, frente a los modelos arraigado moderno y al rizomático posmoderno, “poner en marcha las propias raíces en contextos y formatos heterogéneos, (…), traducir las ideas, transcodificar las imágenes, transplantar los comportamientos, intercambiar en vez de imponer” [Bourriaud 2009, 22].[6]No vivimos en una especie de vacío, en cuyo seno podrían situarse las personas y las cosas. No vivimos en el interior de un vacío que cambia de color, vivimos en el interior de un conjunto de relaciones que determinan ubicaciones mutuamente irreductibles y en modo alguno superponibles. [Foucault 2012]
Tanto el espacio como el ciberespacio son lugares sujetos a inscripciones constantes por parte de todos los sectores sociales, marcados por relaciones de poder y control. En este sentido, explica Castells que “las formas y procesos espaciales están formados por las dinámicas de la estructura social general, que incluye tendencias contradictorias derivadas de los conflictos y estrategias existentes entre los actores sociales que ponen en juego sus intereses y valores opuestos” [Castells 1997, 444]. La confusión se produce cuando se intentan aplicar los mismos esquemas de análisis –en buena medida heredados de la vieja oposición entre naturaleza y tecnología– a cada entidad. Evidentemente, no se debe negar la influencia que han ejercido las nuevas posibilidades telemáticas en el imaginario social ni su capacidad de interconexión planetaria; aunque hay que aclarar que los circuitos de comunicación requieren unas infraestructuras y un capital que no está al alcance de todo el mundo. De hecho, se establecen comunidades “de primera”, “de segunda” o “de tercera” en función de las posibilidades de acceso físico al equipamiento necesario, de la velocidad de Internet o, directamente, de la alfabetización digital de los potenciales usuarios. En términos de García Canclini:Para integrarse a una comunidad virtual, hay que conocer a sus miembros y que le reconozcan como uno de ellos. Las obras y los documentos interactivos no dan generalmente ninguna información ni ninguna emoción, inmediatamente. Si no se les pregunta, si no se toma el tiempo de explorarlos o de comprenderlos, quedarán cerrados. [Levy 2007, 55]
El discurso globalizador presenta, pues, esta doble y contradictoria apariencia: por un lado, constituye un proyecto de democratización universal del acceso a los contenidos y herramientas de la red,[7] mientras que, por otro, crea una separación entre los colectivos “globalizados” y aquellos que no siguen o no son capaces de seguir el ritmo impuesto por una pretendida utopía notoriamente hegemónica y hegemonizadora.En un mundo tan fluidamente interconectado, las sedimentaciones identitarias organizadas en conjuntos históricos más o menos estables (etnias, naciones, clases) se reestructuran en medio de conjuntos interétnicos, transclasistas y transnacionales. Las maneras diversas en que los miembros de cada grupo se apropian de los repertorios heterogéneos de bienes y mensajes disponibles en los circuitos transnacionales generan nuevas formas de segmentación. [García Canclini 2010, 18]
2. El topos y el logos fronterizo
Además de “situar” el logos en sentido amplio, el espacio, como locus, posee dimensiones y construye “un habitar hecho de apropiaciones, límites y fronteras, que es el campo de la propia existencia” [Aínsa 2006, 19]. Según Eugenio Trías, el limes era considerado “un espacio tenso y conflictivo de mediación y de enlace (…). Actuaba a la vez como cópula y disyunción. Era conjuntivo y disyuntivo” [Trías 2009, 212]. Sin embargo, de esta consideración positiva y necesaria para evitar la esterilización cultural, evoluciona en el contexto moderno a la dimensión negativa y castradora del límite. Afortunadamente, relecturas más recientes de la frontera ahondan en esa visión intersticial superadora de las dicotomías interior/exterior o centro/periferia; de manera que, como argumenta el filósofo español, el límite constituye un “espacio susceptible de colonización, o que puede ser habitado, cultivado y experimentado, configurándose como el ámbito mismo en el cual se debate y se discierne la cuestión del ser y del sentido” [Trías 2009, 216].Se nota un abandono de aquel locus interior hacia una gradual exteriorización del yo. Por eso, en vez de solicitar la técnica de la introspección, que intenta mirar hacia dentro de sí mismo para descifrar lo que se es, las nuevas prácticas incitan el gesto opuesto: impelen a mostrarse hacia afuera. [Sibilia 2008, 131]
3. De la topía a la utopía digital
El espacio utópico suele concebirse como un locus aislado del espacio real. La utopía tiende a dibujar una “frontera” que marca una separación dramática respecto a los territorios circundantes. Su destino es la infranqueabilidad para evitar las (inter)relaciones inherentes a los espacios fronterizos. En cambio, aun cuando la utopía no debería aparecer “en ninguna parte” [Aínsa 1999, 231] para escapar de las redes de codificaciones simbólico-culturales territorializadas, prácticas aparentemente desterritorializantes como el viaje, la diáspora o el nomadismo no garantizan el descentramiento de dichos códigos, puesto que la misma noción de espacio está signada de manera indefectible por fuerzas territorializadoras y desterritorializadoras.La lógica inclusiva de esta segunda fase de la web se fundamenta en un principio elemental: una determinada aplicación o red social será mejor cuantos más usuarios hagan uso de ella, es decir, que hay valor en el volumen, que lo cuantitativo deviene cualitativo en esta época segunda de la web. [Martín Prada 2012, 30]
4. Dialéctica de lo centrípeto y lo centrífugo: territorializaciones, desterritorializaciones y multiterritorializaciones
Así, los protagonistas del sistema artístico-literario se ven impelidos a buscar nuevos y frágiles equilibrios en las zonas intermedias y en los márgenes de un gran abanico de valores provisionales y en continuo movimiento [Aínsa 2012, 198]. Sin embargo, la “desarticulación” de lo social no debe entenderse como un desarraigo absoluto, sino como un “debilitamiento” de las interacciones sociales mediadas por el espacio. Concretamente, Castells comenta que se produce una tendencia a la “privatización de la sociabilidad” que culmina la transición de un sistema de relaciones primarias –familia y comunidad– a otro asociacionista secundario y, por último, al establecimiento de “redes centradas en el yo” [Castells 2001, 149–50]. Este sistema de relaciones terciario de carácter individualista no vendría a ser una cualidad inherente a la tecnología, sino el soporte ideal para la difusión de esa querencia hacia el yo. Como recoge el pensador español: “lo que observamos en nuestras sociedades es el desarrollo de un híbrido de comunicación en el que se juntan el lugar físico y el ciberlugar (…) actuando como soporte material del individualismo en red” [Castells 2001, 152]. Por su parte, Zygmunt Bauman recurre en un ensayo reciente a una descripción similar a este modo de relación para caracterizar los “vecindarios electrónicos”: redes o entornos diseñados y supervisados por un yo –“unión personal de diseñador, propietario, administrador y supervisor”– responsable de aceptar o denegar el permiso de admisión [Bauman 2015].El hecho de que la mayor parte de los lazos que establecen las personas sean ‘lazos débiles’ no quiere decir que no sean importantes. Son fuentes de información, de trabajo, de ocio, de comunicación, de participación ciudadana y de diversión. También en este caso, la mayor parte de estos lazos débiles son independientes de la proximidad espacial y se mantienen gracias a algún sistema de comunicación. [Castells 2001, 149]
5. Conclusiones
Abstract
The question about cyberspace has generally been polarized around the concepts real / virtual and natural / artificial. The notion of space stands out among the empirical categories that have been handled such as real and natural. The spread of Internet has perpetuated this controversy. Thus, it is possible to distinguish a new opposition: on one hand, cyberspace understood as a deterritorialized, democratic and meaningless non-place; on the other hand, as a place subject to territorializing and identity movements that would come to put new borders, including the “digital divide”, due to the dominance of globalization in the context of the network society. In this regard, thanks to the speed and possibility of almost universal interconnection, the dominant flows “model” the space through the inclusion and exclusion of those nodes, more or less valuable for their interests. This paper will focus on analyzing the (cyber)space, and therefore it will criticize the dialectical simplifying the dialectics center and periphery or territorialization and deterritorialization.